Cuando era
niño la vida era más sencilla. Teníamos todo un mundo por descubrir. Vivía en Colón. Para estos días de Cuaresma
mis papás nos llevaban a mis hermanos y a mí a los estacionamientos del
supermercado Mónaco donde cada noche pasaban películas al aire libre sobre la
vida de Jesús.
Recuerdo el
lugar lleno de niños y abuelos. Recuerdo
sus gestos y expresiones ante esta escena: "Y adelantándose un poco, cayó sobre
su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, que pase de
mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras". (Mt 26,39) Vagamente recuerdo los gemidos de angustia de
los presentes cuando lo clavaban en aquella cruz.
Jesús siempre
fue mi mejor amigo. Era mi vecino. Vivía
en frente de mi casa, en una hermosa capilla de las Siervas de María. En mi inocencia lo visitaba cada mañana y le
preguntaba por su vida, impresionado por lo que veía la noche anterior. Sufría
con Él y no quería herirlo con mis pecados. Quería consolarlo, amarlo, acompañarlo
en esos momentos tan difíciles.
No era una Cuaresma
para jugar. La bicicleta y el trompo
quedaron guardados.
Me preguntaba
cómo pudo, ¿por qué lo hizo? ¿Qué lo movió a sufrir por nosotros?
De grande he
descubierto que la respuesta siempre estuvo frente a mí, en el Sagrario. Es
allí donde busco y encuentro. En el sagrario encuentro todas mis respuestas. Mi
vida empieza y termina en el Sagrario.
Esta Cuaresma
quiero que sea especial, diferente. Que no pase desapercibida. Por eso le haré
compañía a Jesús, cada día, en algún momento, ante el Sagrario. Y le diré:
"Aquí estoy. Vine por ti".
¿Qué harás
tú?
Esta Cuaresma
será un tiempo estupendo para que le entregues a Jesús tus inquietudes, lo
conozcas y lo ames más. Son días especiales, para decirle al buen
Dios, ante el sufrimiento: "pero no sea como yo quiero, sino como tú quieras". Lo aceptas sabiendo que
Dios lo permite todo para tu bien. Este
es el santo abandono que trae la Paz y la serenidad.
Para mí no
será una Cuaresma sólo de ayuno y oración, sino de amistad, de ese Amor que
brota de su Sacratísimo Corazón y que todo lo inunda...
Quiero vivir
en su presencia, experimentar su gracia, ir a verlo como el amigo que lo acompaña y lo
alienta y lo hace sonreír... Deseo vivir estos días como aquella Cuaresma de mi
infancia en Colón, cuando acompañé a Jesús y aprendí a quererlo más.
Testimonio de Claudio de Castro
1 comentario:
Por fin nuevas entradas, se agradece mucho que mi súplica haya sido escuchada por María CVG.
Por cierto, la entrada es "para reflexionar".
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